
“Los médicos, profesionales sanitarios y educadores tienen en cuenta factores de riesgo como el tabaquismo, la dieta o el ejercicio. Los datos que presentamos aportan razones de peso para añadir las relaciones sociales a esa lista”, anotan los científicos citados. Caminamos hacia una situación en la que la rutina de las revisiones médicas sanitarias comportará también medir el grado de bienestar social. ¿Y eso cómo se come? ¿Cómo lo podemos medir con la misma facilidad que el tabaquismo, la buena dieta o el ejercicio?
La respuesta: con un pequeño esfuerzo colectivo. Las relaciones sociales se modulan con multitud de prácticas, unas conocidas, como las de vecindad o laborales, pero totalmente ignoradas las otras; es aquí donde entran en juego las emociones básicas y universales fruto de nuestra biología y psicología. Ya sabemos que, siendo importante el conocimiento de la “inteligencia emocional” de cada individuo, lo es sobremanera la “inteligencia social”: es decir, los comportamientos surgidos a raíz de la comunicación recíproca entre distintos cerebros.
Gracias a esas investigaciones, además de la implementación de proyectos específicos de gestión emocional y social, contamos hoy con el modelo susceptible de explicar nuestro comportamiento social y emocional. Estamos hablando ni más ni menos que de la mayoría de nuestras decisiones diarias.
Contamos hoy con una idea más que perfilada de las habilidades que componen estas competencias emocionales y que deberemos aprender a transmitir a las nuevas generaciones por medio de la enseñanza infantil, primaria, secundaria, corporativa y de la tercera edad. Para que no les sirva de excusa a los rectores sociales, las voy a enumerar: aprender a focalizar la atención en las emociones propias; apreciar la interacción entre emoción, comportamiento y procesos cognitivos; infundir autoestima, resiliencia y curiosidad; trabajar en equipo de modo cooperativo y no competitivo, lo que supone aprender a escuchar y comunicar y saber solucionar conflictos ejerciendo un liderazgo emocional.
El aprendizaje de estas nuevas competencias es la clave para que los jóvenes encuentren trabajo en lugar de sumirse en el paro. ¿Por qué no intentamos recoger dos millones de firmas entre todos para impulsar el proyecto?
FUENTE: www.eduardpunset.es