Entonces Bruno Cardeñosa, el conductor del programa, empezó su monólogo de apertura de programa, ayer, hablando sobre felicidad y libertad:
<< Un estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Warwick ha puesto en evidencia una paradoja: los 10 países más felices del Mundo son aquellos en los que se registran las tasas más altas de suicidio. Para efectuar este trabajo, tuvieron como referencia el estudio que realizó la revista Forbes para determinar qué 10 países eran los más felices según su criterio; criterios, por supuesto, muy vinculados a temas monetarios. España tenía un puesto destacado en esa lista de países más felices; y mientras tanto, el suicidio en España, desde hace 2 años, es la mayor causa de muerte no natural que existe. Nos olvidamos a menudo de este dato que es tan importante.

Quizá sea el tiempo de decidir, de elegir no ser felices, porque eso es elegir libertad. Entonces quizá descubramos porqué la felicidad que nos venden es una cárcel materialista.
Groucho Marx lo definía perfectamente, con su perspicacia y su ironía. Decía: "hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna...". >>
Así me empecé a explicar las cosas que antes me preguntaba. La gente ya ha asimilado que la felicidad está donde nos la han vendido, en la acumulación de bienes, en tener pero no tener que pensar. No nos importa la limitación de nuestras libertades porque hemos alcanzado esa falsa felicidad. Nadie que la tenga se va a parar a pensar en si hay algún otro partido ajeno a los que se la han dado que pueda darle más, o que pueda aportarle otra distinta felicidad, o que pueda aportársela a un número mayor de gente.
El objetivo es llegar a una nueva felicidad, sin necesidad de renunciar a un cierto materialismo, pero no teniendo en él un objetivo, un fin, un centro de nuestra vida.
Y en este tiempo se están rompiendo los grilletes. Mucha gente que tiene todo para ser "feliz", según nos han dicho, está saliendo a la calle para reclamar su libertad, para que su voto valga y los políticos gobiernen por y para la gente, sin limitar ni pensar en aquellos que lo único que consiguen es que tengan una falsa libertad.
También los políticos deberían renunciar a su "felicidad".