No puedo evitarlo. Todos los años, la noche del 5 de enero es en la que peor duermo con diferencia. Me pueden los nervios. Vuelvo a ser un niño por una noche y solo deseo levantarme, abrir mis regalos y disfrutar, sin pensar en dinero, sin pensar en estudios, sin pensar en problemas. Es la noche mágica por antonomasia. Pero yo noto que se pierde la ilusión.
Crecemos, descubrimos el 'quid' de la cuestión y con el tiempo se pasa esa ilusión. Hay gente que se compra sus regalos después en las rebajas, los hay que se los compran antes, los hay que los reciben 15 días antes, y cada vez hay menos que colocan sus zapatos en el salón y se van a acostar soñando ya lo que vendrá mañana. Yo me pregunto el porqué de esa pérdida de ilusión, a quién se le ocurrió que la madurez o alcanzar cierta edad significa olvidar todo lo que se fue, no poder disfrutar con las pequeñas o con las grandes cosas como se hacía de niños.
Y esto es solo la superficie. La pérdida absoluta de inocencia, de imaginación y de ilusión que se alcanza con los años nos convierte en personajes inanimados, sin ambiciones, sin ganar de conseguir cualquier y sobre todo, de disfrutarla una vez que se consigue. Buscamos el objetivo, lo alcanzamos y vamos a por el siguiente, sin saborear los momentos.
Mi voto es por la ilusión, por sacar de vez en cuando al niño de dentro, nos acercaremos un poquito a ser felices y disfrutaremos más de las cosas que ahora nos cansan o no nos interesan directamente por la pereza o la desgana que dan los benditos años.
Mi voto es por los Reyes Magos, por la noche de la magia, por el no dormir el día 5 y por esperar que al levantarme hayan venido los Reyes.
jueves, 6 de enero de 2011
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