lunes, 7 de febrero de 2011

RESPONSABLE DE MIS ACTOS. Y DE MIS TWEETS.

Twitter es la red social del momento. La gran razón del boom de una red social en la que lo más que puedes hacer es escribir cosas o poner enlaces en 140 caracteres son los famosos. Empezaron los de EEUU, pero ahora son todos: estrellas del deporte, del cine, de la TV... cuentan su vida diariamente, tratan de forma directa con sus fans y vierten sus opiniones. Y aquí es cuando llega el conflicto. Una persona que es leída por millones de personas no se puede permitir decir cualquier cosa, no se puede permitir opinar. O al menos, eso parece. Sobre ellos va a caer el peso de la mofa y sobre todo del insulto. Serán increpados durante días. El último ejemplo es el de David Bisbal, que tras este desafortunado tweet:


Dio lugar a un movimiento humorístico en twitter, el hashtag #turismobisbal. He aquí unos ejemplos:


¡Qué muerto está Auschwitz! #TurismoBisbal









A parte de demostrar que Bisbal muchas luces no gasta, esto lleva a pensar en el peso de la fama. Decir que cuando tienes influencia sobre mucha gente debes medir tus palabras, es una opinión acertada, con algún pero. Dar la responsabilidad al 100% al que escribe es tirar balones fuera. ¿No tiene parte de culpa el influido, que le da más importancia a lo que escribe el famoso que a lo que escribe cualquier otro? El famoso vierte una opinión, y en este caso no va hacia lo de Bisbal (caso en el que creo que se reaccionó de forma genial, principalmente con humor), me refiero a una opinión normal sobre algún tema de actualidad, y la reacción de la gente es siempre el insulto, no el debate. La gente normal considera que las opiniones de los famosos tienen que ser siempre las mismas que las suyas, supongo que por la razón de que ellos son los que provocan su fama (normalmente). A ellos no les permitimos un error, o ir hacia un lado que no sea el nuestro. Y esto viene a raíz del caso de Nacho Vigalondo, cineasta y persona coherente e inteligente, en mi opinión. El lío se montó cuando, una noche tuiteó de forma desafortunada, ésto:
Lo que fue un intento de humor le salió muy caro. Su blog en la web de El País acabó siendo cerrado, al igual que su campaña publicitaria para dicho periódico fue eliminada. ¿La razón de esto? La reacción de la gente fue masiva. Insulto tras otro (los cuales iba retuiteando Vigalondo), el irónico tuit se convirtió, para la gente, en un ataque a todo un pueblo, en xenofobia, etc. Ni mucho menos lo era, pero la repercusión llevó a El País a tomar dichas decisiones, en un acto para mí erróneo. Y aquí se confirma mi tésis. Una tontería como esta, escrita por cualquier persona no tendría importancia, en cambio, Vigalondo no puede escribirlo. La sociedad obliga a los famosos a autocensurarse, a no poder decir lo que piensan a riesgo de consecuencias. Un espacio personal, con el que compartir todo con tus fans se convierte en un lugar observado las 24 horas del día, en busca del error, de la barbaridad, de la polémica, que permita llenar papel o, en este caso, pantallas, con mentiras, exageraciones e insultos. Todo se saca de contexto en internet. La globalización, que tan importante es, tiene, todavía, muchos errores sin subsanar. Y para que conviene no subsanarlos. Quieren libertad, pero la justa. Y poner límites a la libertad es hacer que no exista. Y al fin y al cabo, esta limitación de libertad no tiene verdadera importancia. No es más que un ejemplo del control del Mundo.

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