Ahí es cuando aparece el dopaje, que se dedica a convertir a esas personas en máquinas, en seres que superan los límites humanos de forma injusta, como si compitieran gente en moto contra gente a pie en una carrera. Y en ese momento se acaba la admiración y la envidia y con ello las ganas de ver deporte profesional. No quiero ver competir a gente como yo (obviamente con maneras para el deporte que practican) que, ayudados por determinadas sustancias, aparentan estar por encima o al nivel de los que no están dopados (que los hay y yo sigo admirándolos). Yo no quiero ver esa carrera de motos contra humanos, no tiene atractivo.
El último golpe contra el dopaje en España va a conseguir hacer dudar a la gente a partir de ahora en cada competición en la que vea (si las ven) y destaque un atleta español. Todos estaremos pensando: "¿He de creer en él?" "Seguro que va dopado".
La mancha en el atletismo puede ser definitiva, como lo es desde hace tiempo en el ciclismo, un deporte que ha perdido su credibilidad el 100% y aparentemente se ha convertido en una lucha por ver quien tiene el mejor "camello", disfrazado de doctor, que engañe a los controles durante más tiempo. Cuando uno vuelve a creer en una nueva figura que parece estar limpio, cae un nuevo palo sobre él y la fe vuelve a perderse.
Tanto el ciclista como el atleta tienen vidas deportivas muy cortas y hacer mucho dinero de esos deportes es muy complicado. El dopaje es el modo más rápido de llegar a lo alto y amasar algo de riqueza y es el medio usado por esos que tienen mucha capacidad para el deporte y poco amor por él, esos que lo desvirtúan sin preocuparse por ello, aunque salgan en televisión haciendo alegaciones y "visiblemente" afectados.
Cada vez va arraigando la idea de que el deporte profesional está maleado y dominado por ciertas figuras y eso hará que en unos años no salga ni un atleta ni un ciclista español prometedor, los jóvenes, los niños, no pueden ver nada bueno en eso. Y algún otro deporte caerá, tiempo al tiempo.
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