viernes, 15 de octubre de 2010

Sé violento, que tienes excusa.

Hechos desagradables se repiten todos los fines de semana en cada campo de fútbol, en todos. Cada ciudad y afición tiene un grupo de gente de la que avergonzarse (aunque a veces, por desgracia, no lo hagan), los ultras. Personajes, borregos y burros que, da igual de la pierna que cojeen, ya sea la izquierda o la derecha, han encontrado en el fútbol un paraíso en el que pueden expresar sus "ideas" sin que nadie les tosa, son demasiados.
Bandas de violentos, dudo que aficionados al deporte, ya que representan todo lo contrario a lo que en mi opinión ha de significar el deporte colectivo en este tiempo, un nexo entre personas, una forma de sentirte unido a los demás, de olvidar problemas de la vida cotidiana viendo a tus ídolos jugar, también con rivalidad (yo soy el primero que me meto con mis rivales, pero siempre de forma deportiva), algo necesario por supuesto.
Pero esta gente (apelativo que no merecen) decide olvidarse de sus tristes vidas cotidianas (no dudo de que tienen que ser pésimas) con violencia, racismo, discriminación y destrozos. Sin pudor, se consideran la voz de la afición, los reyes del estadio y pocos, o nadie, discute eso. Cantan todo el tiempo, a veces inofensivos cánticos de "rebuscadas" letras y otras veces himnos de ideología fascista o nazi, racistas o insultos a deportistas o árbitros. Cuando todo acaba y ven que su poder esta a punto de desvanecerse hasta 7 o 15 días después, deciden que la afición rival (que también ha llevado a sus "mejores" efectivos) no puede irse de allí de rositas: y empiezan las peleas, que se desplazan al exterior y acaban con destrozos en los aledaños del estadio. Así acaba un domingo normal.
Y nosotros, aficionados de a pie, que discutimos sobre quien es mejor y respetamos al rival, dentro de los límites del civismo, tenemos que soportarles, tenemos que defender que la afición de nuestro equipo no es violenta que son unos pocos que no nos representan para nada, pero son los que hacen ruido, y es difícil que nos crean. Los líderes de esas bandas tienen el beneplácito de muchos clubes (negocios cercanos o cosas un poco más sucias) y hasta se reúnen con los futbolistas, reciben regalos y son aceptados como una peña más, algo que es inaceptable cuando no son más que delincuentes de rancias ideas (muchos simplemente violentos que se apoyan en esas ideas para tener un grupo en el que sentirse protegido) y como tal debían de ser tratados, expulsados de los estadios y diluidos como banda. Quizá algunos estadios quedarían un poco más callados, a mí, sinceramente, me parece que se ganaría mucho más. El deporte se limpiaría un poco de basura y situaciones como la de Italia, la más reciente, no se repetirían. Colaboración policía-clubs es lo primero.
Esas manchas en el fútbol cada vez son más grandes y no conocemos cual puede ser desenlace, espero que nunca se conozca.

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